martes, 1 de julio de 2008

“Cayeron las hipocresías: la Argentina es racista, conservadora y muy impiadosa”




Por Nicolás Casullo - sociólogo
Con una enorme biblioteca de fondo y el escritorio tapado de libros, el prestigioso ensayista y sociólogo Nicolás Casullo subraya la idea de que a partir del conflicto del agro “reapareció la política” en las discusiones que se dan en la sociedad y que no hay posibilidad de consenso cuando existen dos posturas contrapuestas de país. Y explica que más allá de las retenciones, “empezó a discutirse la relación con el otro y las relaciones sociales” y “lo que uno es ideológicamente”.

–Pareciera que la clase política ha vuelto a discutir en términos de amigo-enemigo como en otras situaciones históricas, ¿cree que este modo de debatir también aparece en la sociedad?

–Todo el neoliberalismo y las variables que imperaron en los 80 y 90 fueron de una altísima hipocresía. La Argentina es racista, conservadora y muy impiadosa. Lo que ahora aparece es la caída de ciertas variables hipócritas y se va hacia conflictos más importantes y decisivos sobre qué país democráticamente se quiere.

Y en esa confrontación se va perfilando lo que podríamos llamar un espacio de derecha, que puede transformarse en un partido de masas y que tiene sus fuerzas, sus intelectuales, sus ideólogos, sus medios de comunicación. Estamos viviendo una suerte de sinceramiento del país. Eso significa una confrontación en muchos campos, sobre todo de aquéllos que hablan de diálogo pero que en realidad están malversando la palabra porque para esos sectores de la derecha, consenso, diálogo, pacificación y unidad es que se haga lo que ellos quieren.

–Más allá de los sectores políticos organizados, también hay un pronunciamiento respecto del conflicto por parte del ciudadano común.

–Eso es importante y positivo. Pero el argentino siempre tomó posición. Ahora, cuando aparece el conflicto fuerte, en un subte, en una esquina o en una conversación con el portero se toma posición. Es indudable que en democracias acotadas por el modelo republicano institucionalista la política es vacía y está muerta. Hoy, reapareció la política.

–A partir del conflicto del campo, hay una sensación de irritabilidad en la calle que parece exceder la discusión por las retenciones, ¿a qué cree que responde ello?

–Este conflicto disparó confrontaciones de clase, raciales, de la memoria, y reapareció el peronismo y el gorilismo de una manera muy fuerte, definiendo a las personas en términos viscerales. Empezó a discutirse la relación con el otro y las relaciones sociales. Salvo cuando la discusión es muy específica, no se discuten las retenciones sino lo que uno es ideológicamente.

–¿Las viejas categorías como peronismo y gorilismo sirven para definirnos en el contexto político actual?

–Yo pensaba que “el peronista” y “el gorila” estaban en una suerte de extinción mucho mayor de lo que en realidad están. A su vez, reaparecen porque es una forma muy cultural y argentina de leernos socialmente, de leer valores, conductas y costumbres. Y si bien es una historia vieja, permite entender el país.

–¿Esta clase de polarizaciones es típica del “ser” argentino?

–Se da en otras sociedades, pero en la Argentina a partir de la gran crisis del 2001 está más a la orden del día. Hay una profunda ideología antipolítica que derraman los medios de masas. Desde esa perspectiva, el conflicto aparece mucho más agudo y radical.

–Con el conflicto del campo también han aparecido comentarios de lectores en los sitios web de los diarios con un alto grado de agresividad y es posible encontrar carteles en la vía pública con insultos al “otro”, ¿cómo debería leerse esto?

–El kirchnerimo tocó ciertos elementos que cayeron mal en un sector conservador de la sociedad. Tocó los 70, los derechos humanos, la no represión a la protesta popular y las variables de seguridad más cercanas a las posiciones a la centroizquierda. Por lo tanto, hay una reacción muy exagerada.

–¿Piensa que este tipo de reacciones de los ciudadanos son algo pasajero, propio de la coyuntura actual, o que en realidad son la punta del iceberg de otras disputas más profundas?

–Son parte de un debate más profundo que puede llegar a darse. Estamos en una coyuntura de metamorfosis y evidentemente los cacerolazos dan una idea de que hay un sector de la sociedad que quiere otra cosa. No hay que estigmatizar ni demonizar los cacerolazos, tampoco pensar ingenuamente que son producto de una espontaneidad absoluta.

–¿De qué modo los medios influyen en los debates que hay a nivel social?

–Los más concentrados, sobre todo de televisión y radio, han cumplido el papel de plantear la agenda de la derecha. Omiten lo que tienen que omitir y resaltan lo que pretenden resaltar. En ese sentido, han actuado como una suerte de neopartido de derecha. En un 90% hubo un bloque entre la protesta del agro y los medios diría que casi obsceno. Ahora aparecen pidiendo policías con estas cuatro o cinco carpas cuando estos mismos movileros y conductores se pasaron tres meses asistiendo a los cortes de ruta y nunca dijeron nada.

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